Opinion | PAU GASOL: LA FURIA DEL TITÁN

Decía el filósofo británico, Sir Francis Bacon, que una persona que busca venganza debe guardar sus heridas bien abiertas. Mantener las ofensas pasadas en el candelero de la memoria sirve de combustible perfecto para el alma que ansía revancha. Lo queramos o no, constituye una fuente de motivación muy poderosa. Y el deporte, como la vida misma, no es ajeno a este fenómeno.

Durante los últimos años, Pau Gasol ha vivido en un estado de infelicidad perpetua. Las ofensas y los desprecios sufridos han herido el orgullo de un tipo que nació con el corazón de los campeones. La rabia acumulada se ha desatado de manera volcánica en este Eurobasket 2015. Pero para llegar hasta aquí, ha habido que recorrer un amargo camino.

Cuando en el verano de 2014 el genio de Sant Boi se convertía en agente libre, los Lakers ya habían decidido no renovarle desde hacía meses. Una decisión fraguada, en cierto sentido, a espaldas del jugador y que culminaba un proceso de reproches continuos iniciado con la marcha de Phil Jackson en 2011. Durante ese periplo, la franquicia angelina entró en una profunda fase de declive que, a ojos de la opinión pública, tenía casi siempre como culpable a Pau Gasol. Que Mike Brown le marginara por completo, o que D’Antoni se empeñara en alejarle del aro, era casi lo de menos. Lo verdaderamente doloroso era la falta de confianza que la gerencia angelina mostraba en un jugador que, con la ayuda del legendario Kobe Bryant, había devuelto la gloria perdida alzándose con los títulos de 2009 y 2010.

En territorio americano se iba imponiendo la noción de que Gasol había entrado en una acelerada fase de declive, y que ya no era (ni volvería a ser) la estrella de antaño. Un sentimiento que, dicho sea de paso, ejerció contagio al otro lado del charco, en suelo patrio. Fueron más de uno, de dos, y de tres, los que no dudaron en asegurar que Pau estaba «acabado». Ignorantes por completo del contexto, dictaron sentencia a base de juicios pretenciosos.

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Así pues, el genial ala-pívot decidió poner rumbo a los Chicago Bulls, que le realizaron una suculenta oferta multianual cifrada en más de 7 millones de dólares por año. En la ciudad del viento se esperaba recuperar una versión correcta de Gasol, que acompañara a las ya asentadas estrellas del equipo (Noah y el extremadamente frágil Rose). Para sorpresa de la afición del United Center, durante la temporada se pudo degustar a un Gasol rejuvenecido que ejerció de pilar fundamental (junto con Jimmy Butler) en unos irregulares Bulls. Desde el punto de vista individual, Pau había recuperado el respeto de la NBA gracias a actuaciones prodigiosas como los 46 puntos anotados a Milwaukee Bucks en enero (tope personal de su carrera). El premio, como no podía ser de otra manera, vino en forma de selección para el All-Star. Cuatro años después. Un acontecimiento irrepetible que compartió con su hermano Marc.

A pesar de todo, en territorio español seguía existiendo un cierto atisbo de duda que menguaba conforme Gasol repartía clinics de juego al poste bajo en la mejor liga del mundo. No obstante, para los ajenos al universo NBA, el mejor Pau no podía más que ser una vieja leyenda del pasado. Algo atrapado en la nostalgia. La ausencia en el Eurobasket 2013 por decisión personal, y el fiasco del Mundial 2014 confirmaron, para muchos, las sospechas.

Ese desastroso partido de cuartos ante Francia fue como la puñalada final para rematar la herida abierta, y de la que no paraba de brotar sangre. A pesar de que, en lo individual, Gasol fue de lo poco salvable en aquel encuentro de infausto recuerdo, la crítica no titubeó a la hora de responsabilizar a los pesos pesados de aquel vestuario. Un bombardeo amortiguado, en cierto modo, por el efecto salvapantallas ejercido por Orenga, centro absoluto de la diana. Que su hermano Marc abandonara la concentración horas antes del encuentro para visitar a su recién nacida hija, fue como la guinda de una envenenada tarta. Para muchos, el fracaso se debía, por orden de prioridades, a un entrenador incompetente y al ego de unos jugadores con pretensión de estrellitas.

Y eso le dolió mucho a Pau, tanto como los desprecios sufridos en Los Ángeles.

Así pues, el Eurobasket 2015 debía ser la oportunidad perfecta para el mayor de los Gasol. Una especie de grata culminación al año estupendo en Chicago. No importó que la selección se viera mermada de efectivos (Marc, Navarro, Ricky, Calderón, etc), el «4» estaba dispuesto a ir a la batalla con lo que fuera. Y así fue.

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Describir el torneo que ha realizado y está realizando Gasol es como tratar de definir, en una sola palabra, a la Capilla Sixtina: sublime, majestuosa, insuperable. Al igual que la creación de Miguel Ángel, la actuación de «ET» (así le bautizó el célebre Andrés Montes) ha sido como una escalera por la que ascender al cielo y comunicarse con los dioses del baloncesto. Porque eso es Gasol, un auténtico titán de este deporte. De manera análoga al artista de Florencia, este Europeo está siendo la creación maestra de Pau.

Desde el primer momento ha ejercido de inicio y final en el juego español, falto de otra referencia a la que pedirle cuentas cuando el momento lo exige (papel, que por momentos, ha asumido un inspirador Sergio Rodriguez). Incluso el decepcionante inicio de España en la fase de grupos no mermó la moral de un jugador que, ante todo, se había propuesto silenciar para siempre a los que alguna vez se atrevieron a cuestionarle. Sus 34 puntos y 10 rebotes en la derrota ante Italia solo fueron el aviso de lo que estaba por venir. Tras la agónica clasificación para octavos ante Alemania, lo que vendría sería el mayor recital de talento individual jamás visto en un torneo de estas características.

Primero fueron 30 puntos a Polonia, en un duelo que se mantuvo igualado durante casi tres cuartos, y que, como siempre, vio al dorsal «4» mantener a flote a los suyos cuando el barco parecía querer hundirse. Después vino la rocosa Grecia en cuartos, considerada como la clara favorita por casi todos los expertos del mundillo. Pero dio exactamente igual. Los pívots griegos, Bourousis y Koufos, no fueron más que una mera ilusión en manos de Pau Gasol, que se fue a los 27 puntos y 9 rebotes. Un rival menos. Una víctima más arrollada por la furia del genio.

Y en semifinales tocaba el duelo más anticipado del campeonato: Francia contra España. Una de las rivalidades más enconadas del baloncesto internacional, y que se había fraguado durante años a base de batallas memorables, enfrentamientos históricos, y declaraciones altisonantes. De nuevo el conjunto galo partía como gran favorito, y más teniendo en cuenta su condición de local.

Pero cayeron, y fue la noche más brillante en la carrera de un chico que siempre estuvo destinado a triunfar. La furia, la determinación y el hambre mostrada por Pau Gasol en el duelo de ayer recorrió, en cuestión de horas, la consciencia colectiva de toda una nación. Como un relámpago. Nisiquiera Rudy Gobert, considerado por muchos el mejor intimidador defensivo del mundo (servidor incluido) fue capaz de cuestionar, ni por asomo, la figura omnipotente de ese extraterrestre vestido de blanco. Hubo un momento del partido, terminando el último cuarto, cuando Gasol manejó a la escuadra francesa como un inútil muñeco de trapo. Y como muestra ese martillazo a dos manos que resonó por todo el pabellón. Fue una jugada que, por puro derroche emocional, nos retrotrayó a aquel maravilloso mate ante Kevin Garnett en su temporada de novato, allá por el año 2001. Era como si, de golpe y porrazo, existiera un mágico vínculo que atravesaba 14 años.

 

Los ojos del tigre se encendieron más que nunca tras aquella fabulosa acción. De pronto, en el rostro guerrero de Gasol se podían divisar las caras de Mitch Kupchak, Mike Brown, Mike D’Antoni, y todos aquellos que en su día se atrevieron a faltarle al respeto. Había sed de venganza. Pocas veces, en la larga trayectoria del jugador, se encerraba tanto significado en un solo gesto.

La hazaña se culminaría en una prórroga emocionante que vio a España resurgir de sus cenizas ante el zombificado público concentrado en Lille. Pau Gasol terminaría el encuentro con la espectacular cifra de 40 puntos y 11 rebotes (tope personal con la selección), y dejando la sensación de que, a nivel FIBA, jamás se vio a un jugador tan dominante. Y así, como si de un guión peliculero se tratara, España consiguió un billete para la final del próximo domingo, y se aseguró la clasificacion para los JJOO del 2016.

Será allí, en la cima final del presente Eurobasket, cuando el titán de Sant Boi pueda ver consumada su venganza. Será allí cuando, por fin, Pau Gasol pueda cerrar definitivamente sus heridas.

Pobres de aquellos que alguna vez osaron condenarle.


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Javier Bógalo

Baloncesto como pasión, vicio, y consuelo.