Opinión | SUPERCOPA 2015: COLOR VERDE ESPERANZA

Todo parecía presagiar un guión calcado al de los tres últimos años cuando llegaba a su final el FC Barcelona – Herbalife Gran Canaria. Primer duelo de la tarde del viernes en esta Supercopa ACB 2015. Un partido que dejó de serlo en el tercer cuarto, cuando la artillería exterior blaugrana martirizó al conjunto amarillo, superado por las circunstancias y poco hecho a estas alturas de la temporada. Del plantel dirigido por Aito García Reneses se esperaba más, pero hay que tener paciencia con este interesante proyecto.

Así las cosas, el análisis común del otro duelo entre el Unicaja Málaga y Real Madrid aventuraba a similar final. Tal vez rodeado de un marcador menos abultado, pero con un conjunto blanco imponiendo su ley por enésima vez. Casi nadie apostaba por una victoria de los malagueños, nisiquiera su propio entrenador, Joan Plaza. Durante esta última semana, vimos al técnico catalán ofrecer mensajes cargados de prudencia y humildad a la prensa, que por otro lado, siempre ha sido la nota predominante de su caracter a la hora de enfrentarse a los medios. Para Plaza, las posibilidades de su equipo no pasaban del 5 o 10 %. Concebía al Real Madrid como una especie de eterno correcaminos, y de hecho, así lo había sido durante el año tras ganar todo lo que podía ganarse. Jugar a ser el coyote era una quimera para cualquier rival, incluido el Unicaja.

Es por eso que aficionados y analistas se lamentaban sospechando de una nueva final entre Barcelona y Real Madrid, como una especie de día de la marmota que amenaza con liquidar el espíritu competitivo de la ACB. Y es precisamente por eso que la reciente y sorprendente victoria de los malagueños (94-79) ha sabido a gloria. Significa un soplo de aire que tímidamente busca refrescar el ambiente enrarecido. Un soplo teñido de alegre verde, en este caso. El color de la esperanza.

Porque las tres últimas Finales de Supercopa (por no hablar de Liga y Copa del Rey) han sido entre los dos gigantes del baloncesto español, y porque, diablos, se echaba de menos esa alternancia de poderes que caracterizaba a la ACB de hace 10 o 15 años. Aunque lo de hoy solo haya sido un espejismo, pero es un clavo firme al que poder agarrarse.

Resulta curioso que provenga del sur esta especie de tercera vía que aspira a codearse con la dupla de titanes. Porque estamos ante un equipo que, hace tan solo dos años, se encontraba inmerso en un proceso de decadencia que arrastraba de tiempo atrás. Tras la conquista de la liga en 2006, y su primera participación en la Final Four de Euroliga en 2007, el antaño poderoso proyecto de los malagueños se marchitaba lentamente. Un proyecto que tocaría fondo en el periodo que abarca desde 2009 a 2013, por el que pasaron entrenadores tan ilustres como Aito García Reneses (que exceptuando el paréntesis que supuso la temporada 2008/2009, nunca llegaría a conectar con afición y ciudad), Chus Mateo, Luis Casimiro o Jasmin Repesa, y todos con idéntico resultado: fracaso absoluto.

Pero lo más trágico de todo es que el Martín Carpena, antaño uno de los pabellones más vibrantes del panorama nacional e internacional, había perdido su alma. El interés por este deporte se marchitaba en la capital de la Costa del Sol, y su templo no dejaba de acumular vacíos. El infierno verde se había transformado en el silencio verde.

Y en esas estábamos cuando desde Los Guindos se firmó a Joan Plaza en el verano de 2013. Una especie de nueva intentona que buscaba desterrar todos los experimentos fallidos de cursos anteriores. Con Plaza se quiso apostar, desde el primer momento, por un proyecto a largo plazo que le permitiera cocinar a fuego lento su particular estilo de ver y entender el baloncesto. Se combinó paciencia con disciplina, y a pesar de unos inicios titubeantes, el equipo empezó a responder.

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Y desde aquel primer año con el técnico catalán comandando al ejército verde, lo cierto es que el proyecto no ha hecho más que ir subiendo enteros cada temporada. El último partido de Supercopa ante el Real Madrid es la obra definitiva de Plaza, un equipo perfectamente diseñado para explotar las virtudes tácticas que atesora el «coach» barcelonés: superiodidad física, rotaciones profundas, ritmo de juego alto, dominio del rebote ofensivo y versatilidad posicional.

Se fueron Jayson Granger, Toolson, Stefansson, Vasileiadis, Green y Golubovic; pero los que han llegado este verano han mejorado aún más si cabe al equipo. Ahora cuentan con una rotación exterior que combina sobriedad, explosividad y tiro lejano. Markovic, Nedovic, Jamar Smith y Edwin Jackson son un póker de perfiles antagónicos pero perfectamente complementarios. En el juego interior, se buscaba otro elemento de contención que acompañara a un huérfano Fran Vázquez, y se trajo al magnífico Richard Hendrix. Y con respecto a las posiciones intermedias, el fichaje de Dani Díez (revelación joven de la liga la pasada temporada) ayudará en tareas diversas como rebote y tiro.

En suma, un bloque sólido que quiso tratar de tú a tú al Real Madrid, buscando imponer su propio ritmo antes que responder a la propuesta del rival. Y la jugada salió redonda. A lo que se le añade un Mindaugas Kuzminskas que se movió por la pista con mucho desparpajo y cierto grado de chulería que se echaba en falta en un jugador de su potencial. Este puede ser el año definitivo del lituano.

Pero el gran mérito de este equipo, y la esencia que guarda su éxito, es el poderoso resurgimiento del Martín Carpena, que vuelve a lucir sus mejores galas. Hacía tiempo que los ecos de la pasión no se hacían escuchar por el estadio del Unicaja. Pero ha vuelto, y no hay más que presenciar esos instantes con la afición cantando el himno al unísono. Una escena que pone los vellos de punta y desfigura hasta el rostro más gélido. Llevados por esa magia, los jugadores son otros. Llegan a más balones, dan un extra más de energía, cuentan con una reserva adicional de adrenalina.

Pase lo que pase este sábado en la gran final, lo cierto es que el Unicaja Málaga nos ha logrado arrancar una sonrisa a todos con su histórico partidazo ante el Goliath blanco (jugarán otra final de competición oficial, seis años después). Porque, como describía en los párrafos anteriores, simboliza un sorbo de oxígeno en una ACB asfixiada por la monotonía. Simplemente lo necesitabamos.

Buen trabajo Joan.

 


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Javier Bógalo

Baloncesto como pasión, vicio, y consuelo.